Un equipo de seis personas con camisas blancas rema en una canoa en el océano cerca de una costa rocosa. El agua está ligeramente agitada y el cielo está nublado. La canoa es multicolor con secciones amarillas, rojas y verdes.

Remolcar una OC6

Recordando una experiencia en un campeonato en Isla de Pascua (RapaNui) en la polinesia, me trae a la mente la importancia de tener claras las prácticas de salvataje y seguridad relacionadas con las canoas polinesias.

Era noviembre de 2014 y dos canoas de nuestro equipo masculino participaban en la carrera final del campeonato: Open Masculino de 30 kilómetros sin cambios.

Lamentablemente el organizador no tenía todas las canoas que necesitaban todos los equipos participantes a punto y en último momento se hizo evidente que nuestro equipo B podría quedarse sin participar debido a esto. Habían hecho todas las diligencias para que nuestro equipo A tuviera una canoa (la cual era extraordinaria la verdad) pero se habían olvidado que íbamos con dos tripulaciones completas. Yo remaba en la tripulación A, pero como capitán del equipo tenía que conseguir que la segunda tripulación participara también! Finalmente, y luego de mucho presionar pudieron asignarle una canoa al equipo B. Era una canoa que la tenían descartada y detrás de un contenedor de residuos. No tenía ama y no tenía iakos. Buscando y corriendo logramos juntar partes y accesorios de otras canoas en desuso. Era un Frankenstein, pero luego de amarrarla y armarla quedo bien equilibrada y lista para la competencia.

Esa noche todas las canoas fueron llevadas desde la capital Hanga Roa a la bellísima playa de Anakena. Al día siguiente nos dirigimos todos al punto de partida a 30 kilómetros de la meta que estaría de regreso en la ciudad de Hanga Roa. Anakena es un escenario de orillas de arenas blancas y gigantescos Moais de piedra dentro de una pequeña bahía con árboles a ambos lados, que nos regalaron además con una exhibición de caballos salvajes que corrían por la playa y se bañaban en el mar.

Luego de un corto tiempo de preparación entramos al agua y alineamos las canoas para la partida.

La partida con 8 canoas era un poco caótica por ser una bahía pequeña y porque todos querían estar un poco a la izquierda que era hacia donde deberíamos virar una vez entráramos a aguas abiertas del Pacifico. Yo trataba de tener ubicada a la otra canoa (tripulación B) y dar alguna ultima instrucción antes de la partida, pero al momento de la largada tienes que estar con todos los sentidos en tu tripulación, y más aun siendo el timonel.

Se dio la partida y nos lanzamos máxima velocidad y concentración a cubrir los 30 kilómetros. El mar tenia condiciones muy duras; lo de todos los días para los locales, pero para nosotros era un mar consistentemente agresivo. La superficie del agua estaba crispada por el viento y estando a casi 4mil kilómetros la costa más cercana a la isla, el mar a tenido todas las oportunidades de acumular toda la energía para hacer de las canoas lo más inestables posible. El ama se levantaba a cada palada a riesgo de volcar y yo tuve que remar los 30 kilómetros a solo el lado izquierdo para ponerle un poco más de presión a ese lado y asegurar el equilibrio, lo cual liberaba los demás para remar con más seguridad. Yo era el timonel más experimentado el equipo y esta era la mejor canoa y tripulación asignados; me imaginaba lo mal que podían estar pasándolo la otra tripulación en la canoa Frankenstein. Pero lamentablemente me había quedado corto.

La otra canoa asignada al equipo tuvo muchísimos problemas y el mayor de ellos el ser una canoa muy vieja y desgastada. No volcaron, pero hacia agua y al tener una borda más baja entraba más agua de la que podían achicar mientras trataban de remar. Finalmente quedo ‘empantanada’, es decir con agua adentro hasta la borda y en ese punto y con esas condiciones del mar era imposible achicar y volverla a poner en condiciones navegables. Nuestra tripulación B había viajado más de 8mil kilómetros para llegar a Isla de Pascua para quedar varados 3 kilómetros de la partida.

En este punto las embarcaciones de apoyo trataban de dar asistencia, pero no había mucho que hacer. La canoa se dañó aún más y estaba en una situación frágil por decirlo de alguna manera. Los remadores se aferraban a ella, pero no era más que un objeto semiflotante en medio del océano. Luego de que una embarcación de apoyo se acercara y recogiera a los remadores, quedaba la labor de remolcar la canoa a tierra. Arrojaron un cabo, pero nadie tenía muy claro dónde o como atarla. Si hacían el amarre a un asiento o a un soporte de iakos, al tirar con una lancha motora algo se iba a dañar o romper y la fibra de vidrio se iría irremediablemente al fondo.

En este punto tomó el liderazgo la capitana del equipo argentino que por suerte se encontraba cerca dando el apoyo. Ayelen Escuderi muy acertadamente dirigió las operaciones de amarre de una forma que la carga quedaba distribuida en varios puntos de amarre con una sola cuerda. Este conocimiento certero permitió recuperar la embarcación y llevarla a tierra. Queda claro, que aunque no era una embarcación de grandes características o buen estado de conservación tampoco había razón para perderla irremediablemente. (gracias Ayelen!)

No sé qué habrá sido de esa canoa y si existirá aun o habrá sido reparada y restaurada. Pero me quedo claro que la forma adecuada de remolcar una canoa era esa.

El video en el link adjunto de los amigos de So.Vaai del curso de Buenas Practicas del Va’a en Espirito Santo, Brasil, nos enseña precisamente el método correcto de amarre para poder remolcar una canoa con el menor daño posible.

Y es importante tener presente también que dentro de lo posible no hay que remolcar una canoa llena de agua, más allá de un tramo corto para sacarla de una zona de peligro.

https://www.facebook.com/reel/361353070021920

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